Entré solo, dejé mi gabardina en la percha que queda a la
izquierda y me di cuenta, a pesar de la oscuridad, por la ausencia de ruido, de
que todavía no había llegado nadie, así que aproveché para sentarme en un lugar
privilegiado. Busqué la mejor mesa, la que tenía mejores vistas, desde la que
se divisaba además de toda la barra, la puerta de entrada y el resto del bar.
Cual fue mi sorpresa cuando descubrí que la mesa mejor
situada estaba ocupada. Era un hombre solo. Parecía como si formara parte de
aquella oscuridad, de aquella penumbra. A su lado, una ventana con la persiana
subida dejaba pasar algo de la luz exterior de aquel día nublado y revelaba el
secreto que guardaban sus manos: papel y lápiz.
Le reconocí cuando despertó de su letargo y por arte de
magia aquella tasca se convirtió en el local más inmundo y, al mismo tiempo,
más elegante de todo People city. “El Saboy”.
La puerta del bar se abrió y como si llevara toda la vida
esperando ese momento, aquel hombre se puso a escribir. Entró una mujer con un
vestido rojo que marcaba a la perfección todas sus curvas, pamela, un paraguas
y tacones de vértigo. Demasiado elegante para el sitio y la situación. Se paseó
de un lado al otro de la barra como si quisiera exhibir sus encantos delante de
aquella alma “silenciosa y cubierta de polvo”. Parecía que buscaba a alguien y
no podía hacerse a la idea de que no estaba allí. Pidió un vermú y esperó sin
éxito.
No logré ver nada de lo que aquel individuo escribía, pero
supongo que tratándose de Alvite, sería algo como:
Lo que más le intriga a un hombre cuando se acerca a una
mujer así, no es el calibre del arma con el que sabes que te disparará por la
espalda, sino de dónde la sacará.
Al cabo de un rato, aquella melena negra, terminó sentándose
en el “salón en el ángulo oscuro”, al lado del “genio”. Tan sólo pude
distinguir una frase de toda la conversación que mantuvieron.
-Sabes… José Luis, lo mejor que le puede pasar a una mujer
cuando la abandonan, es que al menos, tengan el detalle de dejarla en un bar
cargado de melancolía y de malos recuerdos; la calle está fría y no es sitio
para nadie.
La puerta volvió a abrirse…
2 comentarios:
Joder Corpus, vaya relato.
Me he quedado...con ganas de más jajajaja.
Pero bueno, habrá que esperar a ver cómo se recupera esa mujer abandonada (por un hombre que no supo cuidarla? puede ser?).
Enhorabuena, este escrito iba leyéndolo casi con ansia.
Hablamos, que tengo prisa y hay cosas que hacer.
Un saludo.
J.
Buenos Días, amigo J, se irán publicando algunos trozos de "El Bar" poco a poco. Espero que os guste.
Muchas gracias y un saludo.
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