sábado, 14 de marzo de 2009

La libre creencia

Hay algunas formas de expresión que hacen que se te haga un nudo en la garganta cuando las lees, y cuando las escuchas. Yo soy más dado a leer que a escuchar, es decir, que me cansa, en algunas ocasiones, la voz de las personas. Esto no quiere decir que no escuche nunca porque hay gente que su voz es tan entrañable, o tan potente, o simplemente que sabe donde tiene que hacer, por ejemplo, las pausas para que el discurso sea más llevadero, que provocan una especie de hipnosis.
Hay comentaristas de radio o escritores de artículos que creo que nunca voy a dejar de leerlos ni de escuchar sus relatos, por esa razón.

No es sólo el relato en sí, sino la forma de decirlo, de expresarlo, y de sentirlo. No sé por qué pero el receptor, en este caso yo, está totalmente seguro de que el que habla o escribe, se está creyendo lo que dice; se lo cree, lo siente, e incluso hace que uno, aunque en algunas ocasiones no esté muy de acuerdo con lo que se está diciendo, comprenda su sentimiento hasta el punto de despertar una sensación de amor, o de querer defender la creencia o la fe de una persona. Aunque uno no la sienta como suya.

Yo creo que este sentimiento es el que nos puede llevar a la libertad plena, que para mí no consiste en otra cosa que en comprender el por qué alguna gente tiene tanta fe en algo, en meterse en el pellejo de esta gente y sentir lo que ellos sienten.

Hay personas que creen que la libertad consiste en tener sus propias creencias e ideales y rechazar otras con todas sus fuerzas. Eso no es libertad.
Toda persona que sea libre debería de saber que el rechazo a los pensamientos de los demás es lo que, poco a poco, nos puede llevar a ser menos libres a todos.

La vida del que es libre no está exenta del trabajo de comprender a los demás. Esta vida requiere una dedicación especial a todas las formas de pensamiento que nos rodean, a todos los ideales, un trabajo constante por entender a las personas que tienen otras doctrinas y también por enseñar la de uno mismo.

Para que se me comprenda: es muy posible que el ser libre nos suponga mucho más trabajo que el no serlo. Es la recompensa de vivir en paz unos con otros, y el respeto de todos hacia todos lo que hacen que ese trabajo valga la pena.

Hace algunos días leí el discurso o el pregón de la presentación del cartel de Semana Santa. Digo que lo leí porque no tuve ocasión de verlo y escucharlo.
Sobre aquellos folios se derramaba algo, no sé que, pero era algo que mojaba sobre seco.

Quizás no se comprenda muy bien lo que quiero decir, o quizás se me tome por loco (ninguna de las dos opciones son muy gratificantes), pero sentado en un sillón con los papeles en las manos e intentando enlazar todas esas letras, unas con otras, imaginando todos los sentidos que se le pueden dar a la expresión de la fe, se me mojaban las manos con algo que no se secaba, algo que posiblemente sea lo que me ha llevado a escribir esto.
Era como una sensación de alegría, de comprender el por qué, de paz.

No quiero decir que me cambiara nada de mis pensamientos pero de alguna manera, leer aquello me ayudó a entender mucho mejor la creencia de muchas personas.

De alguna manera, el otro día, leer aquello me sirvió para ser más libre.
Creo que era eso lo que mojaba.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

No me esperaba una alusión en tu blog a la presentación del cartel pero te mentiría si no te dijese que me ha gustado sobre todo porque si has comprendido mis sentimientos, ésto ayudará a conocernos y respetarnos aún más.
Yo, por mi parte, también leeré tus escritos, porque de esa forma, como tú dices, iré ganando libertad.
Un abrazo. rosario

corpus nudum dijo...

Así sea.

Un abrazo